RECUERDOS: FABRICACIÓN DE UN CARRO DE MADERA.
Mi padre y tíos se dedicaron al oficio de mi abuelo,
construir carros de madera. Los llamaban “los carreteros”.
Construir un carro de madera no era nada fácil. La primera
operación era seleccionar los árboles de donde se iban a sacar las maderas.
Principalmente encinas, robles y pinos.
La madera de encina se empleaba para las ruedas, la de roble, largos
robles, para la pértiga, y el pino para el resto del carro, que llamaban el
“sojao”. Los árboles se compraban y
había que ir a talarlos al campo. Con herramientas primitivas: hachas, y una
sierra grande que se accionaba con dos personas, una a cada extremo. Luego
había que transportar la madera al taller.
El taller estaba
situado en el barrio de la Pica, en Cilleros, justamente donde ahora tiene la
casa mi prima Gloria. Inicialmente era un caserón a dos aguas, con un amplia
puerta y buenas ventanas, de madera. El edificio tenía dos pisos, sólo que el
de arriba, estaba limitado por vigas de madera y era allí, donde se ponía a
secar las maderas, después de serrarla convenientemente.
Para serrar la madera,
mi padre, inventó una serradora de madera que se movía con un motor de
explosión. De esta máquina no me acuerdo -solo lo menciono porque mi padre me
lo dijo. Luego compraron, de segunda mano, una serradora y una cepilladora
metálicas. Éstas sí las vi funcionar. A la serradora mi padre le puso, al lado,
un artilugio de madera -que lo llamaban: el carro-. este se desplazaba sobre
raíles metálicos. A él se subía los grandes troncos, que se sujetaban con
ganchos y, para acercarlos a la sierra, se valían de unas manivelas que
accionaban a la vez, a través de una cadena de bicicleta -puro ingenio.
Una vez que las piezas de madera eran cortadas
convenientemente, se subía a la parte superior del taller y se dejaban secar
dos o tres años.
La construcción de las ruedas se empezaba por la parte
central, la “maza”, generalmente se utilizaba un buen trozo seco y sano de
encina, primero se torneaba, dándole forma, luego se le hacía en el centro un
agujero bastante grande donde se instalaba una pieza de hierro fundido, por
donde pasaría el eje de la rueda. A continuación, se perforaban en toda la
circunferencia de la maza los agujeros por donde pasaría los radios de la
rueda, primero se taladraban y luego se le daba forma, a mano con escoplo y
martillo de madera. Estas operaciones las solía hacer, muy bien, mi tío José.
Al mismo tiempo los otros hermanos: mi padre, Bernardino y mi
tío Félix, preparaban el resto de las maderas, los radios – que eran rectos- y
las pinas-que cada una llevaba la curvatura que precisaba la rueda. Primero se
metían los radios fuertemente en la maza, luego, en el extremo libre se le
hacía una espiga cuadrada, que entraba perfectamente en un agujero del mismo
tamaño labrado en las pinas. Recuerdo que medían la longitud de la
circunferencia de la rueda con una ruedita que daba vueltas alrededor de la de la rueda. Las dos ruedas del carro debían
medir lo mismo.
La operación más difícil era ponerle el aro de hierro. Los aros se compraban en una barras largas y
gruesas de hierro, que había que darle la curvatura necesaria, un poquito más
pequeño que las ruedas. Esta curvatura se hacía a fuerza bruta, pasando la
barra por una especie de torno que se accionaba ambos lados a fuerza y a
martillazos- a veces le ponían una especie de arenilla, para que la barra de
hierro, al pasar, no patinara. Conseguida la curvatura deseada, se procedía a
pegar los extremos. Para esta tarea se empleaba, un principio, la fragua. Se ponía el aro sobre el fuego de la fragua,
por la parte que había que soldar, hasta que el metal se quedaba al rojo vivo,
y luego, entre los tres hermanos, llevaban el aro al yunque y a fuerza de
martillazos, lo soldaban. Posteriormente, “los carreteros” compraron la primera
soldadora eléctrica que hubo en el pueblo, y aquello ya se hacía mejor.
Una vez que los aros estaban soldados había que ponérselo a
las ruedas. Esta operación se hacía en un pequeño huerto que había detrás del
taller. La operación consistía en poner
los aros en el suelo y cubrirlos con abundante leña, se le prendía fuego y se
esperaba a que los aros se calentasen bastante, a veces, al rojo. Al calentarse
los aros se dilataban -pura física-, se cogía con unos instrumentos largos de
hierro, se ponían sobre cada una de las ruedas e inmediatamente – las mujeres:
mi madre y mis tías, empezaban a echar aguar para que el aro se enfriara. Al
enfriarse, disminuía de tamaño y quedaba perfectamente apretando la rueda.
La construcción del resto del carro era tarea más fácil. Se
organizaba a través de la pértiga – palo largo donde se pondrá la yunta que
tirará del carro. En un extremo se le poner los aparatos que servían para poner
el yugo, en el otro extremo se ponía un soporte de madera que formaba la base
del carro. Debajo se ponía el eje, generalmente los ejes no los hacían, sino que los compraban en
almacenes de hierro. Sobre el soporte se ponían los laterales del carro, todo
ello sujeto con abundantes herrajes. Esta parte se hacía, principalmente de
madera de pino.
Terminado el carro, se procedía a pintarlo, recuerdo que en
esta operación mi madre Nati, y mis tías: Ángeles y Teresa hacían verdaderas
obras de arte, pintando flores y guirnaldas. Los carros que salían del taller
de los “carreteros”- eran muy buenos y apreciados por los agricultores de toda
la comarca.
Los carreteros: sentado: José; de pie: a la izquierda: Félix; a la derecha: Bernardino, mi padre.